El sistema educativo no es el mismo que hace 20 años, y, por lo tanto, el proceso enseñanza-aprendizaje no puede ser inalterable. Como todos nosotros, la educación en el aula ha ido evolucionando con el paso del tiempo, transformando el sistema de aprendizaje basado en la memorización a uno basado en las competencias.
En este contexto, para que el alumno aplique de manera correcta cada una de las competencias adquiridas en su día a día, surge la necesidad de la neuroeducación.
Aunque parezca una obviedad, es necesario recalcar que no todos los niños son iguales. Por ejemplo, es posible que dos alumnos de una misma clase de seis años, uno, sepa leer y el otro no. Este hecho no quiere decir que el segundo sea más torpe, simplemente que no está lo suficiente motivado para adquirir nuevos conocimientos.
Pero, ¿cómo se logra despertar la curiosidad del alumno? ¿Cómo adaptar el proceso de aprendizaje al nivel intelectual del aula? ¿Cómo puede incentivar el docente la participación? Las respuestas, las podemos encontrar en la neuroeducación que proporciona las herramientas necesarias al docente para entender cómo funciona el cerebro de los niños y niñas.
Por ejemplo, gracias a la neuroeducación, se sabe que cada 15 minutos es recomendable incluir una anécdota, lanzar una pregunta o dar un toque de humor al discurso de la enseñanza. La explicación no es otra que se ha demostrado que la atención sostenida en niños a los 15 minutos pierde efectividad. Por ello, se recomienda al docente diseñar los contenidos en bloques de unos 20 minutos y después incluir actividades relacionadas con la materia para potenciar la memorización.
Seguramente, llegados a este punto, os estaréis preguntando qué es la neuroeducación, qué beneficios tiene y cómo se puede aplicar en el aula. Pues bien, para salir de dudas, continúa leyendo.